El rock atemporal de Pearl Jam desata el delirio en el cierre del Festimad
Rondaban las once de la noche cuando, en un atestado Butarque, más o menos 20.000 personas se agolpaban en busca de la mejor ubicación para presenciar el único concierto en España de Pearl Jam en su gira de este año, suficiente argumento para acudir a Leganés y esperar con impaciencia la llegada de tan legendaria banda.
Pearl Jam, una banda a la altura de cualquier formación mítica, ha escapado de las garras de la etiqueta grunge admirablemente.
Y es que, con el recuerdo aún vivo de una más modesta pero igual de intensa jornada previa, con Slayer y Anathema a la cabeza, el frenesí y la emoción que se respiraba por ver a Eddie Vedder y compañía en acción eran notables en el estadio, y equiparables a la pasión que han desatado las grandes formaciones de la historia, léase The Beatles, Led Zeppelin o Guns N' Roses.
Y la irrupción de estos colosos de Seattle en escena confirmó las expectativas. Da igual que el sonido sea pobre, como el que la audiencia tuvo que padecer con la inicial Porch, que se dejen en el tintero composiciones por las que el 99% de bandas de rock de todas las épocas podrían llegar a matar, como ayer por ejemplo Betterman o Rearviewmirror... en fin, hablamos de una banda iluminada, de un grupo que ya es un clásico del rock en toda regla, a la altura de cualquier formación mítica que nos cruce por la mente, y que ha sabido escapar de las garras de la mercantilista etiqueta grunge y trascender a su generación de un modo admirable.
Quizá no redondearan una actuación tan soberbia y exaltada como la que ofrecieron el año pasado en el Palacio de los Deportes, pero desde luego esta banda, aún a medio gas, y ayer tampoco fue el caso porque el derroche fue mayúsculo, marca diferencias.
Mike McCready demuestra que pese a estar muy lejos de ser un veinteañero desborda una garra increíble, Matt Cameron, uno de los mejores baterías de todos los tiempos como pudo demostrar en su paso por los descomunales Soundgarden, demostró ser un portento con las baquetas y estar cada vez más integrado en el sonido de la banda; Jeff Ament, su carisma y sus líneas de bajo son indispensables en el sonido de las bellísimas canciones de Pearl Jam... y sí, todos agradeceríamos un poco más de efusividad en Stone Gossard, pero nadie concibe a este grupo sin su aportación a la guitarra.
Y que decir de Eddie Vedder... el que fuera emblema del rock de Seattle de los 90's junto a otros soberbios músicos como Chris Cornell, Layne Staley, Mark Lanegan o Kurt Cobain vive una segunda juventud, exhibe un poderío que, sin llegar al nivel de los años de Ten, su incendiaria ópera prima, sí supera el mostrado en los últimos años, donde, pese a no defraudar nunca y seguir grabando discos dignísimos, ofreció ciertos destellos de abulia existencial felizmente superados.
Javier Bardem presentó Black, sonó Baba O' Riley, de The Who, y I Believe In Miracles, de los Ramones...
Por supuesto, y teniendo en cuenta que, con muy buen criterio, Pearl Jam apuesta cada vez más por reivindicar su legado primerizo, y más brillante, la colección de clásicos cortó la respiración, con unas especialmente apoteósicas Even Flow, Go, Corduroy, Last Exit, Yellow Ledbetter y Alive, y una Black que, pese a que no sonó demasiado convincente, su simple irrupción en un set list y el efecto catártico que genera en la audiencia es suficiente para derramar lágrimas de frustración o agradable nostalgia, según el caso.
Con imprevisibles detalles como la llegada de Javier Bardem a presentar precisamente Black y no tan impredecibles como la ejecución de Baba O' Riley (The Who) o I Believe In Miracles (Ramones), el concierto fue poco a poco aproximándose a su fin, para el disgusto de una embelesada audiencia que sin duda hubiera estado allí toda la noche delante de la magia y la emotividad de Pearl Jam.
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el blog de la muchachada.
que pása, pájaro!!
1 comentario:
...Yo añadiría...
VIVA ESPAÑA!!!! pom...crash!!!
jajajaja...queee gilipooollas!!!
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